Sexualidad y socialización
LOLA MARTOS MORILLO – Médica Interna Residente de Medicina Preventiva y Salud Pública
La respuesta que primero se nos pasa por la mente cae de cajón y da nombre a este programa: Por puro placer. Y como motivación inicial es bastante potente. En la mayoría de nuestros encuentros sexuales buscamos el placer. Pero si se redujera a eso, el rechazo sexual de otra persona nos pesaría igual que cuando nos rechazan para realizar cualquier otra actividad placentera (patinar, ver una peli en el cine o comer). Si alguien no quiere salir de compras con nosotrxs nos disgustará un poquito, pero no supondrá el bajón de autoestima que representa que nos hagan la cobra si vamos a besar a otra persona. Queremos que haya placer en esos encuentros sexuales, pero buscamos algo mucho más profundo e importante para la vida como experiencia humana:
La pertenencia social.
Si hacemos del sexo algo diferente y especial con respecto a otras actividades relacionales es porque la aceptación sexual es uno de los máximos símbolos de aceptación social. Por eso nos alegramos cuando alguien quiere tener sexo con nosotres incluso si esa persona no nos gusta o por circunstancias externas ese encuentro no puede producirse (la única excepción sería que gustar a esa persona supusiera un peligro para nuestra integridad, entonces tendríamos miedo). Gustar sexualmente significa gustar socialmente y también por eso intuimos que una persona “sexy” (desde un punto de vista normativo) tiene tanto poder.
Todes sabemos que el atractivo sexual normativo confiere un status privilegiado.
¿Significa eso que la sexualidad es mala por sí misma? ¡En absoluto! Pero ser conscientes de nuestras necesidades y no confundirlas nos permite conseguirlas con mayor eficacia. Tendremos mucho más éxito satisfaciendo nuestras necesidades: Amistad, afecto físico, aceptación social… Con otras estrategias, con otras actividades y en otros contextos, y dejando al sexo lo que le es propio. Que ya es más que suficiente.
Actuar de esta manera tiene varias ventajas:
- La primera se nota desde el minuto cero, y es que persiguiendo la inclusión social de otras formas más efectivas y fructíferas, no dolerá tanto cuando nos rechacen sexualmente, ya que aunque perdamos la oportunidad de un rato divertido no nos sentiremos excluídes.
- La segunda también se nota pronto: nos será mucho más fácil decidir qué prácticas sexuales realizaremos, ya que nos guiará el placer en vez de la presión social de agradar (siendo, además, menos susceptibles a la pornografía por saber que no nos representa). Además, nos otorgará autonomía y asertividad. Será más sencillo establecer límites y que nos respeten si nuestra potencial pareja sexual no tiene el poder de excluirnos socialmente.
- A largo plazo, nos relacionaremos de una manera más igualitaria y satisfactoria.
- Y el cuarto positivo, menos inmediato pero esencial, es que a nivel cultural se dará a la sexualidad el lugar que debe ostentar, alejándola de los extremos tanto del pecado y la culpa, como de la hipersexualización para agradar.
En una sociedad donde el sexo sea un elemento más de disfrute y no una de las llaves para la aceptación social, seremos más libres y más nosotres mismes, permitiéndonos explorar otras actividades y no supondrá un estrés para personas que no sienten atracción sexual, como el colectivo asexual.