Por puro placer

Día Mundial de la Salud 2021. Construir un mundo más justo y saludable.

El 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud y la OMS nos invita a comprometernos para que cualquier persona en cualquier parte del mundo pueda ejercer su derecho a la salud. Hoy conversamos con Juan Carlos Diezma sobre Salud Pública y Salud Sexual.

Juan Carlos Diezma, médico, Jefe del Servicio de Promoción de la Salud de la Dirección General de Salud Púbica de la Comunidad de Madrid, con una trayectoria profesional de casi 40 años en el ámbito de la Salud Pública y la Salud Sexual, hoy comparte su experiencia y reflexiones con el equipo de Por Puro Placer.

“Desde muy temprano, durante la carrera, mi visión de la medicina fue adquiriendo una interpretación más social y poblacional, frente a la práctica clínica individual”.  A esto contribuyeron autores como Rudolf Virchow uno de los padres de la Salud Pública, quien afirmó que “La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia”

Juan Carlos pertenece a la 2ª promoción de Técnicos Superiores de Salud Pública de Medicina y Cirugía de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. La incorporación de esta promoción a la Consejería ocurre en 1990. En esta época, a principios de los 80, se crea la Comunidad de Madrid como nueva comunidad autónoma y comienza el crecimiento de la Consejería de Sanidad que tardaría 18 años en recibir las transferencias del actualmente extinto INSALUD. En ese periodo se creó la Dirección General de Salud Pública. Una época muy bonita de vivir, según él mismo afirma.

Su entrada en el Servicio de Promoción de la Salud lo hace de la mano de Ramón Aguirre, Jefe de Servicio en ese tiempo.

A finales de los años 80 comienza la expansión del VIH y la eclosión de los casos de SIDA, convirtiéndose en un enorme problema de salud pública. Recuerda la lucha contra la estigmatización de los niños y niñas con VIH en las escuelas, la gran tasa de mortalidad, el desconocimiento, el miedo al contagio y la ausencia absoluta de educación sexual en la sociedad de aquellos tiempos. Una sociedad marcada por la influencia de la Iglesia Católica, verdadero lastre para el desarrollo de la Educación Sexual.

Las escuelas necesitaban reuniones informativas muy a menudo donde se explicara en qué consistía el VIH, sus vías de trasmisión, las formas de prevención y el impacto en la salud de las personas. Toda la carga social la llevaban los colegios públicos (la escolarización de niños y niñas de integración, de minorías étnicas…), quienes además albergaban a los niños y niñas con diagnóstico de VIH. Había mucho miedo al contagio.

El VIH fue una pandemia, igual que lo es ahora la COVID 19. Hay percepciones similares, como: “eso no va conmigo”, “es un problema de otros”, etc. Pero hay una gran diferencia, que son las vías de transmisión. En el VIH, el intercambio de jeringuillas y la transmisión sexual, con el estigma que ello conlleva.  Al principio, la mayor incidencia del VIH recayó en personas consumidores de drogas intravenosas, siendo el patrón dominante.  Los otros colectivos más castigados fueron los hombres homosexuales y las mujeres en situación de prostitución, algo que revictimizó el VIH y a las personas diagnosticadas. Era un asunto de putas, maricones y yonkis.

Pero antes de esta pandemia, en la década de los 70 precedió una epidemia que dio paso, autopistas y vía libre a la trasmisión del VIH, la heroína.

Detrás de la heroína había colectivos olvidados, marginación social, una política no flexible y sobre todo, UN PROBLEMA MAL COMPRENDIDO Y MAL ABORDADO. Se trabajó mucho en la reducción de daños, algo muy novedoso en aquellos tiempos, que consistía en entender la adicción como una patología y no como un acto delictivo en sí mismo. Las personas consumidoras eran percibidas solo como delincuentes y no como personas enfermas. En la carrera de medicina no se hablaba de drogas.

Hubo que humanizar la salud y crear los programas de “reducción de daños”.

Estos programas consistían en facilitar metadona, el intercambio de jeringuillas o programas más innovadores (Andalucía) donde ofrecían heroína sin adulterar, de manera controlada, a aquellas personas que no podían desengancharse.

Para entender el fenómeno social de la heroína había que comprender 3 factores: la adicción, la marginación y la cultura. Y 2 aspectos claves en la población joven drogodependiente de los años 80: la falta de expectativas de futuro, “moriremos jóvenes”, y la jeringuilla como emblema de la amistad frente a la soledad, la marginación y el rechazo. Compartir una jeringuilla cobraba una importancia brutal; simbolizaba la amistad y solidaridad entre iguales.

Por lo que esta epidemia dio alas a la pandemia del VIH. No había preservativos en las farmacias, no había educación sexual, había altas tasas de marginación. El VIH “abrió los armarios”, el uso de preservativos, la educación sexual y la homosexualidad como tal, que hasta aquellos años era considerada como una patología, síntoma de una homofobia abrumadora.  El VIH encontró autopistas para su distribución entre personas consumidoras y homosexuales.

La Educación Sexual Integral (ESI), un tema pendiente, todavía, a día de hoy. No está reglada ni insertada formalmente en el sistema educativo. Para muchas y muchos preadolescentes y adolescentes es la pornografía la gran escuela de educación sexual que ofrece una lectura de la sexualidad violenta, machista y genitalizada.

Para cerrar esta agradable conversación, nuestro compañero Juan Carlos nos invita a estar abiertas, libres de prejuicios personales, buscar soluciones, controlar nuestros miedos y limitaciones, estar actualizadas y basarnos en evidencias científicas y no en creencias personales. Hay que exigir una Educación Sexual Integral reglada, reconocida y asentada en nuestro sistema educativo. Que considere al ser humano diverso, único y diferente, lo que influye en todos los aspectos de su vida.

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